1.
Sentado en un banco del parque, el poeta mira los pájaros, mira el sendero, las hojas secas en el suelo, el sol de la mañana recién en la punta de los árboles.
En su mano, el lápiz; un cuaderno a su lado. No escribe. Mira el día largo tiempo en silencio.
El sol del atardecer ya en la punta de los árboles, los pájaros en el sendero, las hojas llevadas por el viento.
En su mano, el lápiz; un cuaderno a su lado. No escribe. Mira el día largo tiempo en silencio.
El sol del atardecer ya en la punta de los árboles, los pájaros en el sendero, las hojas llevadas por el viento.
2.
Camino por el sendero con el oído atento a esta soledad. Escucho mis propios pasos, las hojas, el viento, casi las nubes, casi las sombras.
No sé de nadie que pudiera evitarme este dolor.
Camino con los ojos abiertos a esta oscuridad, a la noche que me cerca, al silencio, a la ausencia...
Y no sé de nadie que pudiera evitarme esta pena.
No sé de nadie que pudiera evitarme este dolor.
Camino con los ojos abiertos a esta oscuridad, a la noche que me cerca, al silencio, a la ausencia...
Y no sé de nadie que pudiera evitarme esta pena.
3.
Yo estuve allí donde el aire dormido comenzó a ser viento. Justo allí bajo la encendida claridad de la acacia, donde la hierva se cubrió de blanquecinos pétalos, donde la hora guardaba una serenidad enigmática.
Yo vi las hojas quietas agitándose, vi iniciar la danza de las sombras, vi la rama despedir su sueño, vi rodar las flores hacia el campo abierto.
¡Era el aire que allí mismo despertaba! Aire con aire se empujaba; rodaba por el aire el aire, se mecía, jugaba... aire que con aire se cubría, aire que huía del aire y se escondía, y se entregaba dulcemente a las caricias...
Allí donde yo estaba vi comenzar el viento, se agitaron mis cabellos, despertaron mis sueños.
Yo vi las hojas quietas agitándose, vi iniciar la danza de las sombras, vi la rama despedir su sueño, vi rodar las flores hacia el campo abierto.
¡Era el aire que allí mismo despertaba! Aire con aire se empujaba; rodaba por el aire el aire, se mecía, jugaba... aire que con aire se cubría, aire que huía del aire y se escondía, y se entregaba dulcemente a las caricias...
Allí donde yo estaba vi comenzar el viento, se agitaron mis cabellos, despertaron mis sueños.
4.
Cuando la oscuridad de la noche había cerrado ya todos los caminos y parecía definitiva esta soledad, entonces vino el ángel.
Cuando el silencio de la noche había acallado todas las voces y parecía definitiva esta oquedad, entonces vino el ángel.
Cuando la inmensidad de la noche había sepultado ya toda esperanza, toda ternura, toda humanidad, entonces vino el ángel...
¡Y en la majestad de la noche amante comencé a volar!
Cuando el silencio de la noche había acallado todas las voces y parecía definitiva esta oquedad, entonces vino el ángel.
Cuando la inmensidad de la noche había sepultado ya toda esperanza, toda ternura, toda humanidad, entonces vino el ángel...
¡Y en la majestad de la noche amante comencé a volar!
5.
Nos despedimos del invierno... Una última mirada a los árboles sin hojas, a sus copas transparentes, a su desnudez de sueño.
Ya no veremos el aire entre las ramas, no veremos los nidos, no veremos desde el bosque la mano abierta del cielo a la distancia.
Y ya no soñaremos bajo la inmensidad de las largas noches australes...
Este invierno ha sido bueno. Hemos trabajado como las lombrices trabajan la tierra, hemos descansado como el lagarto en su cueva, hemos madurado como la sabia en la madera. Este invierno fue bueno.
¡Cuántos hermanos nuestros esperan ver lo que hemos hecho!
Ya no veremos el aire entre las ramas, no veremos los nidos, no veremos desde el bosque la mano abierta del cielo a la distancia.
Y ya no soñaremos bajo la inmensidad de las largas noches australes...
Este invierno ha sido bueno. Hemos trabajado como las lombrices trabajan la tierra, hemos descansado como el lagarto en su cueva, hemos madurado como la sabia en la madera. Este invierno fue bueno.
¡Cuántos hermanos nuestros esperan ver lo que hemos hecho!
6.
La tarde es azul porque azules son las nubes. El cielo es azul, el aire, el campo, el camino y sobre el horizonte la línea de eucaliptos...
Mi pecho es azul porque azules son las nubes. Azul es mi frente, mis labios... Tu cabello es azul, tus sonrisas, tus gestos, el milagro de nuestra compañía.
Y azules son las nubes como las palabras y como las miradas...
La tarde es azul como nuestro silencioso regreso a casa.
Mi pecho es azul porque azules son las nubes. Azul es mi frente, mis labios... Tu cabello es azul, tus sonrisas, tus gestos, el milagro de nuestra compañía.
Y azules son las nubes como las palabras y como las miradas...
La tarde es azul como nuestro silencioso regreso a casa.
7.
A orillas de la laguna, mientras contemplo el cabrilleo de la luz sobre el agua, oigo voces de niños y de gentes.
¡Como si pudiera oír en el lejanísimo sueño de un desconocido durmiente!
Y observo a mi niño jugando con caracoles y piedras, hurgado atento en los tesoros que el agua arrima hasta sus rodillas.
¡Como si pudiera ver en el lejanísimo sueño de algún desconocido Poeta que durmiendo nos visita!
¡Como si pudiera oír en el lejanísimo sueño de un desconocido durmiente!
Y observo a mi niño jugando con caracoles y piedras, hurgado atento en los tesoros que el agua arrima hasta sus rodillas.
¡Como si pudiera ver en el lejanísimo sueño de algún desconocido Poeta que durmiendo nos visita!
8.
Recostados sobre el muelle que se internaba en el sol de la mañana, mecidos en la cadencia del cielo y del agua, casi adormecidos, bogábamos sin rumbo por la felicidad de la luz.
Desde la orilla lejana: voces de niños que no veíamos, risas de ángeles que se ocultaban, los ojos del artista que soñaba nuestro viaje... y las huellas de Dios, que descuidaban el mundo para subir al muelle y embarcarse.
Desde la orilla lejana: voces de niños que no veíamos, risas de ángeles que se ocultaban, los ojos del artista que soñaba nuestro viaje... y las huellas de Dios, que descuidaban el mundo para subir al muelle y embarcarse.